6/11/11

El crítico criticado

Hace un par de días fui a ver a Christina Rosenvinge en la sala Gazteszena de Donostia, dentro del festival Kutxa Kultur. El concierto fue espléndido y emocionante, y escribo esto porque, hoy domingo, he leído una crítica indignante en el DV, firmada por Jon Martija y titulada "Doméstica desnudez". Es la segunda crítica que leo firmada por él. La primera fue hace unas semanas, sobre el concierto de Muy Fellini, Nacho Vegas y Love of lesbian y con un título igual de lucido (o lúcido): "Orfeón lesbiano". Fui a ver a Nacho pero me quedé sin entrada, y sólo quería saber cómo había sido su concierto. Pues bien, no sólo no me enteré de nada, sino que constaté la escasísima calidad como crítico de este señor:
«Nacho Vegas aburre a un rebaño de ovejas», confesaba una asistente, y no seré yo quien le lleve la contraria. La suya no era una propuesta para un sábado noche. En formato de trío se disfraza de «cantautor protesta», y la protesta, interpretada con desgana, parece más pose que denuncia.
Y ya está. Nada más sobre Nacho. En cambio Love of lesbian le parecieron estupendos porque pusieron a todo el mundo "hands in the air" a cantar a coro. Parece que a este señor el sábado por la noche le gusta "la pachanga" y "desfasar a saco". Pues vale, pero aparte de que hay muchos otros lugares donde hacerlo, es de justicia conocer y respetar un poquito más a los artistas que uno critica.

Hasta ahí mi primera experiencia con el señor crítico, que no hubiese pasado de una mueca de desagrado si no fuese porque hoy se ha atrevido a escribir sobre Christina Rosenvinge con la misma falta de respeto y mediocridad de recursos que la vez anterior, sólo que ahora, además, con una dosis de machismo intolerable que merece una respuesta. Por suerte el texto es corto, así que no me llevará mucho analizarlo.

Lo que más llama la atención a primera vista es el exceso de líneas (un párrafo de cuatro) que dedica al telonero, el cantautor local PLV Havoc, que, a juzgar por lo que escribe, lo hizo mucho mejor que la artista principal: "Sus canciones pierden sin la riqueza de arreglos de una banda", dice, pero ¡oh milagro!, "paradógicamente Havoc gana". Es la hostia gustarle a este señor: aunque pierdas, ganas.
Cristina Rosenvinge siempre ha sabido acompañarse de grandes músicos, que han tratado de ocultar sus más que evidentes carencias vocales.
Claro, si una mujer que se dedica a la música, algún mérito tiene, siempre se debe a "los músicos", y si no, al productor o al compositor, siempre que no sean ella misma.
Dejando a un lado actitudes rockeras y decibelios distorsionados, haciendo de la carencia virtud, parece que Cristina ha encontrado el formato perfecto para ella. Sus pequeñas historias susurradas, ganan enteros en las distancias cortas.
Lo que escribe Rosenvinge son "pequeñas historias", niñerías, ya se sabe. Las "grandes historias" las escriben ellos, los que no tienen "carencias". Con los susurros, la colonia y las distancias cortas, me temo que nuestro crítico ha tenido un sueño húmedo y el subconsciente le ha traicionado. Perdone, de susurros nada, que cantó alto y claro.
Era como si nos hubiera invitado a su casa, y se mostraba tal cual es (...)
¿Y usted cómo sabe cómo es?
Se atrevió incluso con el Hallelujah de Cohen y no salió mal parada. La Rosenvinge, como la colonia, mejor cuanto más cerca.
Lo de la colonia, y el título, (se lo recuerdo) "Doméstica desnudez", nos hablan entre líneas de un señor que no puede digerir en la misma persona a una artista y a una mujer atractiva. Me parece indignante esa condescendencia hacia una cantante y compositora con una trayectoria musical de más de 20 años y méritos más que demostrados.

Por eso, y como estuve allí, he escrito otra crítica con la misma longitud y al "estilo DV", en la que doy mi visión del concierto:

Christina brilla tranquila

Son raras las ocasiones en que un concierto resulta simplemente perfecto: emocionante, creíble, bien ejecutado... y esta vez lo fue. El alimento para el alma necesario antes de un fin de semana de lluvia y temporal que pasar en casa calentita.

Una de las grandes del pop español, Christina Rosenvinge, pareció sentirse agusto entre su público donostiarra, y entre canción y canción, hizo confidencias que sus fans agradecieron, como cuando habló de una compañera de piso que desapareció para hacer la calle Ballesta (“Tú por mí"), del psiquiatra argentino que le recetó “un hombre formal”, o de que ese día había comenzado la jornada a las siete de la mañana preparando dos desayunos distintos a los bichos de sus hijos.

Juntando las canciones de “Tu labio superior” (2008), su último disco “La joven Dolores” (2011), y las de Christina y los Subterráneos, algunas de las cuales ha vuelto a grabar, el repertorio de la madrileña es simplemente indestructible por lo sólido, y delicioso por la calidad de las músicas y las letras. El set es tan compacto, las canciones nuevas y viejas son tan buenas, que ni le hacen falta las versiones ("Hallelujah" de Leonard Cohen y "El sud" de Refree). Fantásticos y en un segundo plano, Aurora Aroca (chelo) y Refree (guitarras, teclado) arroparon a Christina para que brillara tranquila, con toda su belleza y talento. Un diez.